Buenos Aires.- En un final de campeonato emocionante, Boca festejó a lo grande la conquista de un torneo, que ya estaba en las vitrinas del estadio Monumental. La locura Xeneize desatada tiene razón de ser: River tropezó una vez más ante Atlético Tucumán, y desperdició una posibilidad única de campeonar.
A la suma de puntos de la gestión de Gustavo Alfaro -con escasas dosis de fútbol ofensivo-, se le agregó el pragmatismo de Miguel Russo, en el armado de una formación con vocación ofensiva (que incluyó el renacer futbolístico de Carlos Tévez).
Pero desde Núñez, se explican el desenlace del torneo, ya que los dirigidos por Marcelo Gallardo no perdieron la Superliga en Tucumán (a pesar del gol mal anulado y penales no sancionados). Sería injusto que las quejas fueran por el lado de los arbitrajes, cuándo todavía medio Avellaneda reclama el penal copero de Javier Pinola a Martín Benítez.
Los penales errados le quitaron unidades fundamentales para sumar de local, dónde la derrota ante rivales claramente inferiores (Vélez, San Lorenzo y Rosario Central), en la sumatoria general, fue determinante.
El minitorneo, luego del receso, fue jugado con eficacia por ambos clubes, en la recta final, y demostraron una supremacía para con el resto de los clubes. Mientras que el fixture jugó su partido -rivales más accesibles para el justo campeón-, lo cierto es que el Millonario se quedó con las manos vacías.
Se advirtió cierta fragilidad, a la hora de concretar los partidos decisivos. Pasó ante Flamengo (final de Libertadores, con un planteo brillante, pero de desconcertantes últimos minutos), y ahora, ante el Decano. Debió ganar, y sucumbió ante los típicos pelotazos, y no definió en el área rival.
En el recuerdo, quedaron equipazos que finalizaron en el segundo puesto (Independiente ’83, de Nito Veiga, Ferro ’81, de Carlos Griguol, etc), y este parece ser el caso exacto con River. La deuda en el ciclo del Muñeco sigue siendo el torneo local, y Boca encontró la excusa para festejarlo con todo. Y muy merecido lo tiene, como premio a la constancia, y a no bajar los brazos nunca.
Por Carlos Alvarez | En Twitter:@LitoAlvarez1968